jueves, 15 de octubre de 2009

Testimonio de Nery Alvarez Chávez


Mi nombre es Nery Álvarez Chávez, natural de Lima, actualmente tengo 38 años de edad. Fui detenida a los 24 años cuando cursaba el octavo ciclo de psicología en la Universidad Nacional Mayor de san Marcos. Hasta la actualidad tengo 15 años, 6 meses y 24 días de reclusión, de los cuales durante 7 años me sometieron al régimen cerrado especial: 23 horas y media recluída en una celda de 3x2 metros con sólo media hora de patio; visitas familiares (sólo directos) por media hora y sólo una vez al mes; impedida de leer, pues no autorizaban el ingreso de libros y periódicos; impedida de hablar de hablar libremente, pues no podíamos expresar nuestras ideas ya que era motivo de sanción sin patio, sin paquetes y hasta sin visitas ; también impedida de oír libremente, querían que estuviéramos aisladas del mundo exterior, no era permitido oír radio ni otro medio de comunicación; impedida de caminar porque pasaba 23 horas y media al día en cuclillas o en la cama, en una celda donde sólo podía dar dos pasos y menos aún, porque compartía la misma celda con 3, 4, hasta 5 chicas más en ese reducido espacio. Impedidas también de ver, porque sólo mirábamos el interior de nuestra celda y las paredes del patio por media hora al día, soportando además, en estas condiciones, el cruento frío de 10º bajo cero en el penal de Yanamayo donde estuve 6 años. Durante casi 8 años de los ya 16 que llevo recluida estuve impedida de todas estas actividades vitales.

Recién desde el 2001, por la acción conjunta de nuestros familiares, abogados y de nosotras mismas logramos que estas condiciones empezaran a cambiar, pero nuestra salud física y psicológica ya estaban afectadas. Por nuestro propio esfuerzo logramos que se restablezcan nuestros derechos fundamentales. Sin embargo hoy, esto poco y recién logrado, pretenden quitárnoslo, a mí en concreto, mi legítimo derecho a la libertad condicional, que por ley me pertenece, para alargar más la privación de mi libertad; propósito que se manifestó durante los trámites administrativos que imponen para determinar si hemos o no cumplido con los requisitos de la ley sobre los beneficios que nos alcanzan, concretamente en las preguntas incisivas de la Fiscal quien violando la Constitución que a todos nos ampara quería obligarme a dar cuenta de mis confesiones ideológicas, llegando incluso a referir que nada le importaba el trabajo que yo hubiera realizado ni los resultados profesionales del tratamiento penitenciario aplicado por ley.


Recuerdo que en la Sentencia del tribunal Constitucional del 3 de enero del 2003 dice que a nadie se le puede imponer un tratamiento que tenga por finalidad cambiar de religión o convicciones ideológicas, pues la Constitución no persigue ni discrimina por ideas. Pido que vean todos mis trabajos y mi conducta: Me dediqué íntegramente a formarme como escultora, mis hechos lo prueban. Me pregunto ¿por qué se actúa con tanta subjetividad, prejuicio y estigmatización?,¿Porque somos mujeres, jóvenes ayer llenas de sueños, estudiantes universitarias o artistas hoy? Eso no es justo. Una larga prisión como la vivida hace madurar más hondamente y si algo reconozco de positivo en la prisión son los largos períodos de reflexión sobre mi pueblo, mi familia y yo misma: ¡Toda mi juventud la viví entre cuatro paredes! pero no odio a nadie, encontré en el arte un instrumento para servir a los demás. ¿Es esto un delito?

Durante estos casi ocho años de régimen cerrado especial se nos prohibió trabajar, si encontraban un choro de sopa labrado o un resto de hueso de la sopa que guardaba para pulirlo con la rugosidad de la pared y poder tallarlo después, o hasta un trabajo de modelado hecho con migas de pan, todo era requisado porque querían que no trabajáramos, que no hiciéramos nada, pretendieron sumergirnos en un estado de subhumanos, violando nuestro derecho al trabajo, garantizado en la Constitución en su artículo 22º : “el trabajo es un deber y un derecho”, tratando de quitarnos nuestra esencia como hombres y por el cual nos diferenciamos de los animales: el trabajo.

Yendo contra la corriente, y en medio de muchas dificultades he trabajado siempre en todos estos casi 16 años de reclusión, ejerciendo mi derecho y muestra de ello son los trabajos de escultura que he realizado, fruto del esfuerzo de años; hemos tenido que enfrentarnos a esas leyes que nos impedían trabajar, pues trabajar no es un privilegio como así quisieron imponernos con chantajes: “ Si cantas el himno te cambio a este otro pabellón para que puedas trabajar”, o “si vas a misa te dejamos pasar tus palitos para que puedas tejer”. El trabajo no es un beneficio, es un derecho. Por eso considero que lo que debe prevalecer son mis hechos realizados durante mi reclusión, expresión de lo que he aprendido y trabajado durante todos estos años: me he dedicado a la escultura por más de 10 años, he realizado más de treinta nuevas creaciones en escultura y un centenar de cerámicas de diferentes motivos.
Me considero ya una escultora y pienso que tengo un largo camino por recorrer y aprender en esta área como profesional, por eso al salir deseo ejercer mi trabajo como escultora, seguir mis estudios en Bellas Artes y poner un taller de cerámica para enseñar a otras personas lo que aprendí en arte en estos años.

Además en la actualidad tengo 38 años y como toda mujer deseo casarme y tener mi propia familia, ¿acaso también quieren negarme el derecho de ser madre y poder compartir con mi esposo la alegría de educar, vivir y cuidar de mis hijos?, tengo una madre de 75 años que no veo hace 5 años, ¿por qué? por sus problemas de salud que le impiden caminar y por que psicológicamente está muy afectada con la repercusión de todas estas campaña negras que hacen contra nosotras; al salir deseo poder acompañarla, cuidar de ella y compartir lo que en 15 años no pude hacer. Tengo 4 hermanos y 8 sobrinos y deseo compartir con ellos sus alegrías y vivencias. Tengo mi pareja que me visita todos los domingos con quien deseo casarme y tener mi propia familia.
¿Por qué no me dan la oportunidad de desarrollarme como profesional, como esposa, hermana e hija libremente?, ¿Por qué no quieren reconocer todo lo que hemos trabajado y aprendido durante estos casi 16 años como prueba de mi deseo de incorporarme a la sociedad, servir a la nación y ejercer mi derecho como ciudadana peruana?, ¿Por qué tanta discriminación contra los que fuimos detenidos por un hecho social?

Por todo eso pido que no recorten este beneficio. Deseo obtener mi libertad legítimamente ganada.


Nery Juana Álvarez Chávez
DNI 09645874

Testimonio de María Ortega



Mi nombre es María del Carmen Ortega Segundo, me detuvieron a los 21 años por el supuesto delito de “terrorismo”, hoy ya no soy la misma, tengo 38 y escribo este testimonio esperando sea bien recibido.

Después de 11 años de haber estado sentenciada a cadena perpetua (a hoy anulada, es que voy a tener un nuevo proceso) y a más de 16 años en prisión no me queda sino una reflexión al respecto; y es con respecto al valor de la libertad pero en todo el sentido de la palabra. Tengo expectativas positivas frente a este nuevo juicio, creo que cuando todo esto termine me reencontraré con las personas que más quiero -mis hermanas y mi futuro esposo- ya que justamente ellos, presentes hoy aquí, hacen que vea con más optimismo la vida, el futuro, los planes y proyectos que estoy emprendiendo. No quiero ver el pasado desde un ángulo negativo solamente, porque es cierto también que me ha dejado marcas muy profundas, no sólo por el tiempo en prisión, sino por la brutalidad con que el régimen penitenciario me trató, con que el sistema finalmente me trató.

Si bien el Tribunal Constitucional en la sentencia de Marisol Venturo ha dicho sobre los prisioneros “…no pueden ser tratados como cosas, ni objetos, tienen derecho al respeto de su dignidad humana”, debo decir que he sido víctima de la aplicación de ese sistema legal antidemocrático, pues fui violentada en mis derechos como persona, y el daño causado es profundo con secuelas que no se ven pero que me han dañado e implican un daño irreversible en mi integridad física y moral. Es una verdad que la imputación de terrorista pesa sobre mí para tratarme como al peor de los enemigos y no pretendo hacer una alegoría de la tortura y menos usarlo como un mero argumento de defensa, como es mi derecho, sino que lo expreso en el sentido de denunciar cómo han actuado conmigo con tortura, vejamen, bajo la amenaza y el chantaje.

En un recuento rápido de mi vida en estos últimos 16 años y un poco más, quiero hablar de los 11 años que estuve sentenciada a cadena perpetua, una negra perspectiva en plena juventud, un túnel sin fondo. Mi celda como nicho, ¿es justo? ¡Es un crimen contra la mujer y la juventud!. Una pena eliminatoria, que va contra la dignidad de cualquier ser humano, que contradice los principios de humanidad, proporcionalidad e individualización de las penas, en síntesis una pena brutal, que recayó principalmente en la familia y a mi madre en especial le tocó cargar ese dolor, hasta que su pobre organismo no pudo más y murió. Recuerdo que llegaba a mí para darme su fuerza y cariño, y lo mejor de cada visita era verle fuerte y optimista; cómo no valorar ello, la recompensa para ella fue ver que yo no me echaba a morir, que ese sistema no me destruía, porque así como dice el dicho popular pensaba “no hay mal que dure cien años”.

Mi reflexión a más de 16 años de prisión ¿A cuanto espacio de una vida equivalen 16 años tras las rejas?, es algo que me pregunto. Mi juventud, los proyectos…creo que son equivalentes ¡a 50 años! por la dureza con que se me trató. Pero no quiero ver ese pasado, ni esas condiciones vividas con un afán de resentimiento ni de venganza, sino al contrario, pienso que he aprendido mucho, sobre todo a poder afrontar la vida y mirarla de frente, ya no soy la misma, miro hacia delante y veo los proyectos a futuro, tengo a mi lado a mis seres queridos, y a la persona con la que quiero compartir mi vida.

Veo el hoy y el futuro, lo que viví o hice ayer quedarán como una rica vivencia de mi primera juventud. Mis actos en prisión demuestran que soy una persona tranquila, no he tenido ningún problema con las autoridades, por el contrario, me he mostrado participativa, solidaria, entusiasta con ganas de aprender. He tratado de sacar lo bueno de esta situación adversa, me dediqué a estudiar, incluso he apoyado varios años en la labor de Consorcios Católicos en la enseñanza de la educación primaria-secundaria en el penal, y ahora estudio Educación en programas de educación a distancia en la Universidad Alas Peruanas. He aprendido varias cosas, participo activamente en los talleres de psicología y de asistenta social. Estudio también computación-Diseño gráfico, y en esto soy muy competente, me lo reconocen mis profesores y compañeras.

En la sentencia de la CIDH sobre el caso Urcesino Rojas se refiere a la legislación antiterrorista:
“la legislación reinterpretada por el TC no soluciona las graves deficiencias e imperfecciones que la definición del delito de terrorismo posee desde su creación y que persisten en la actualidad al conservar su esencia represiva y mantener en peligro los derechos y garantías protegidos”. Bueno, después de todo este tiempo de espera para que por fin se me de el derecho al debido proceso en el nuevo juicio, sólo me queda apelar a la justicia, pienso que de por sí el pedido que hace el fiscal de 25 años es desproporcionado y sólo responde al espíritu de venganza, del ojo por ojo, totalmente contrario al derecho de las personas, a reincorporarse a la sociedad pues lo que en mi propia realidad he vivido es que se quiere cerrar todas las posibilidades. Así, los acusados por terrorismo seremos terroristas toda nuestras vidas ¿para que publiquen nuestros nombres y nos impidan reinsertarnos como personas de bien a cualquier trabajo o centro de estudios? O ¿desde ya debo sentirme excluida?.

A nadie le deseo lo que he pasado, creo que nadie se merece ser tratado de esa manera, expresión de odio y del escarnio con el único fin de destruir a la gente, pues se me arrancó todo vínculo afectivo familiar; recuerdo lacerante cuando por 10 años no podía abrazar ni siquiera a mi madre, en encierro absoluto, teníamos visita por locutorio y sólo media hora. No les interesó que estudiemos o trabajemos, al contrario esa era la prohibición expresa, lo cierto es que la sola calificación de “terrorista” es una marca, un estigma que ha justificado y sigue justificando la negación de mis derechos pues ante la sociedad se presenta al “terrorista” como un monstruo, pero en contrario de eso que la prensa difunde, yo no lo soy, y no estoy de acuerdo que se me tilde así, soy mujer y siempre fui sensible a los sufrimientos de pobreza e injusticia, ¿qué joven no tiene sueños de crear cielos en la tierra?.

Cómo decía, tengo muchas expectativas y proyectos de vida que pienso no se deben seguir frustrando. Anhelo la libertad ya que después de 16 años y un poco más de detención, vivo con más ímpetu. No es justo permanecer tanto tiempo en la cárcel, ni la sanción debe ir más allá de lo que física y psicológicamente un ser humano puede soportar. Considero que no la merezco, quiero volver al seno familiar y que eso sea definitivo para procurar reinsertarme plenamente a la sociedad, trabajar, terminar mis estudios y formar una familia.